lunes, 25 de mayo de 2009

RETIRO FVBM CALATORAO ENERO / 2009


¡Hola amigos!

Soy Rosario Morales, voluntaria de la FVBM, y quiero compartir con vosotros mis inquietudes y vivencias a lo largo del contacto que he mantenido con la Fundación.

En el proceso de mi crecimiento interior y mis experiencias personales, siempre llego a conectar con el miedo último y por lo tanto con el miedo raíz, que es el miedo a la muerte.

Como la vida siempre es favorable, te pone en el camino aquello que necesitas, tuve noticias de los cursos de la FVBM realizados durante el año 2008.

Asistí a los mismos, conocí a Mar , y me gustaron mucho sus planteamientos hacia la muerte, desde una visión amplia de contenidos y dirigida única y exclusivamente al acercamiento, a la atención personalizada, al respeto, a la intimidad, a la comprensión y a la calidez humana que necesita la persona que esta afrontando el último proceso de su vida “LA MUERTE”, trato que, desafortunadamente, no es habitual sobre todo en los hospitales.

A lo largo de los 5 cursos de formación que realicé, fui comprendiendo que la única forma de perder miedo a la muerte es acercándote a ella, saber el proceso y los estados a nivel físico, emocional y espiritual por los que atraviesa la persona que está muriendo y la repercusión que todo ello tiene en la persona que acompaña, pues como ya sabemos , esto es una lección que pronto o tarde vamos a vivir.

Comprendí que acercándote a la muerte, te acercas más a la vida y aprendes a valorar “las pequeñas cosas”, “los detalles”, “los momentos”, “las personas”, a saber que cada minuto que pasa es un regalo y a vivir la vida con una actitud consciente, plena y positiva.

Como cierre de la formación, realizamos un sexto encuentro, retiro de 3 días en Calatorao.

Allí realmente íbamos a practicar todo lo que habíamos aprendido. Nos reunimos 13 personas.

Mi sentir era de apertura, de ilusión y ganas de liberar mis contenidos inconscientes que me limitan.

La primera sensación al llegar a la casa, fue muy agradable, llena de luz, espaciosa, con una energía muy positiva, acogedora cómo el útero materno, ya que su estructura así la define (un gran patio central, desde el que parten el resto de las estancias ).

La primera noche nos reunimos para formar “la cordada”, en la que cada uno expuso sus necesidades e inquietudes y como en un fuego de campamentos, cada uno aportó su leño. Establecimos entre todos una unidad energética para apoyarnos, comprendernos y respetarnos, cada uno en nuestro proceso.

Y esto es lo que sucedió a lo largo de los tres días, en un ambiente de serenidad , de comprensión, alegre y distendido, fui, a través de los trabajos que Mar nos planteó, metiéndome en mí misma y en la relación con los demás, que para mí es la mejor forma de crecimiento, pues el otro siempre me muestra aspectos que necesito desarrollar.

Y así nutrida y reconfortada por las comidas llenas de “amor” que nos preparó Agustín y la disponibilidad y el afecto con que nos trató Ana, llegamos al último trabajo. “LA EXPERIENCIA DE MORIR” y el “ ARTE DE ACOMPAÑAR” lema de la Fundación, pero aplicado en primera persona.

A través de las indicaciones de Mar y en un estado de relajación profunda, en un ambiente de confianza , amor y entrega, fuimos cada uno viviendo como es “morir” y como “acompañar”. Es en la situación, cuando realmente te das cuenta de cómo estás, cómo te sientes y cómo reaccionas.

Sólo habiéndolo vivenciado en 1ª persona puedes sentirte cerca del otro.

Yo, personalmente, liberé un gran contenido sufriente que me limitaba y me aprisionaba , sentí que en ese ambiente de gran RESPETO, AMOR Y CALIDEZ me gustaría que fuera MI MUERTE.

Este es el impulso que me anima a seguir como voluntaria, pues siento que sólo comprendiéndome a mí misma, puedo comprender a los demás.

¡Vaya desde aquí , mi profundo agradecimiento a Mar y su equipo, a mis compañeros voluntarios, y el ¡ENTUSIASMO! A las personas que puedan estar interesadas en colaborar en éste .


¡MARAVILLOSO PROYECTO!


Un cálido abrazo

Rosario Morales.

jueves, 7 de mayo de 2009

A Solas Contigo

Mar 1990

A SOLAS CONTIGO



Cuando el silencio conquista mi ser,

siento que has alcanzado

lo inconcebible.




Voy a contarte tu muerte. Tu gloriosa muerte.

Hay quien dice que uno muere como ha vivido. Pero es difícil saber cómo se vive, quizás porque solo pensamos en cómo queremos vivir. Tenemos una imagen de lo que nos gustaría que fuera nuestra vida, que responde a la imagen que de nosotros tenemos. Tú te rompiste y contigo tu imagen, y yo aprendí que la imagen propia es la que nos impide vivir el instante. A lo largo de estos años contigo, he respirado tantas contradicciones desnudas que he destilado un asombro profundo ante lo que somos cada uno de nosotros y lo que nos rodea….

Sólo después de transcurrido mucho tiempo he logrado la suficiente perspectiva para poder hablar contigo de tu muerte sin ahogarme. Tu mirada serena, la armonía con el Todo que se desprendía de ti en tu agonía, contrastaba misteriosamente con el enorme caos en el que se había convertido tu cuerpo. Yo no podía comprender la enorme distancia que había entre tu cuerpo y tu mente.., y a la vez esa compacta unidad entre tu cuerpo y tu espíritu. Tu desesperado esfuerzo por respirar parecía un increíble esfuerzo por seguir con vida, pero yo SABÍA que poco te importaba morir. Habías aceptado la muerte del mismo modo que un ciervo la acepta una vez que el tigre lo ha atrapado. Era muy hermoso, pero qué dolor tan hondo en mí, qué impotencia. Hubiera querido estar dentro de ti, y liberarme contigo.

Creo que tuviste suerte. Sé que si alguien leyese esto pensaría que estoy trastornada. Tú misma, antes del accidente, te hubieras horrorizado ante un caso de coma como en el que después te sumiste. Pero ¿sabes?, cuando vivimos “normalmente”, con los “problemas” cotidianos, poseyendo todo lo que necesitamos para ser libres…y sin embargo, ansiando siempre poseer otras cosas, cuando todo lo que nos hace falta lo podemos encontrar dentro de nosotros mismos; cuando pensamos que el tiempo pasa muy deprisa, y sin embargo pensamos que tenemos tiempo para conseguir nuestros absurdos objetivos; cuando somos, en fin, personas con sentido común, creemos que somos seres inmutables, que nunca vamos a variar sustancialmente, que siempre vamos a responder a la imagen que tenemos de nosotros mismos . Comer, andar, hablar, ir a baño, limpiarnos la nariz, son actos corriente y vulgares, actos sin importancia, por eso , a quien necesita ayuda para realizarlos, LE COMPADECEMOS.

No tenemos derecho a compadecer a nadie. En ti no había ni un ápice de autocompasión, luego ¿con qué derecho compadecerte?. La compasión, entendida como el sentimiento que te he descrito antes, es el resultado de la gigantesca importancia que nos concedemos a nosotros mismos. El orgullo, que impide que aceptemos lo inevitable con la serenidad e humildad de los demás seres del universo, hace que estemos ciegos la mayor parte de nuestra vida.

Tus graves lesiones cerebrales hicieron que los demás pensasen que te habías convertido en algo así como un vegetal. Yo estaba contigo. Intuí que el ser humano no es solamente el resultado de las complejas funciones “superiores” del cerebro. Que al carecer de funciones racionales el ser queda liberado de una pesada carga. ¡Cuánto me hubiera gustado ser capaz de anular a veces mi racionalidad!. Tu mirada….era algo inefable. Yo sentía al mirarte que estabas COMPLETA. No había ansiedad en ti, ni enojo, ni ira, ni envidia, ni dolor. Sólo una paz en el fondo de la mirada, en tu alma. Estoy segura de que para ti no existía el tiempo. ¡Qué maravilla! Seguro que un instante podías vivirlo como una eternidad y que los cinco años que transcurrieron hasta tu muerte no significaban nada. Vivías, eras tú.

Durante todo ese tiempo, que para mí fue toda una vida, tuve momentos para todo. De profundo dolor, de ternura, de rabia, de impotencia, de felicidad, de angustia, de indiferencia, de soledad…¡Qué sola llegué a sentirme!. En el hospital, los médicos, enfermeras, otros enfermos, otros familiares, fuera, el resto del mundo…NADIE COMPRENDÍA. Y supe que todos estamos solos, que nuestra soledad es infinita, que no hay nada realmente importante, y mucho menos nosotros mismos. Tú me lo transmitías cada vez que te miraba. Bueno, no cada vez, sino cuando era capaz de darme cuenta. Aprendí que no sabemos vivir, que hemos olvidado una gran parte de nosotros mismos, que la tenemos encerrada en el gran cuarto oscuro de nuestro espíritu y que si no le echamos agallas puede que nunca abramos la puerta Y creemos que tenemos tiempo…., cuando la verdad es que nuestra muerte siempre nos acecha, que la tenemos al ladito mismo. Que es el único adversario al que merece la pena desafíar, y al único que merece la pena entregarse. Deberíamos sonreír ante ella.

Cuando pienso en tí siento cómo se derrama en mí una inmensa ternura, que se extiende sobre mi alma como el aceite sobre el agua. Y me doy cuenta de lo que realmente soy: solamente un ser vivo, de la especie humana; un ser al que, cuando la muerte le alcance, liberará toda su energía para alimentar el TODO, para unirse a El. Me pregunto qué pasará con mi conciencia de ser. ¿Tú podrías contestarme?. Esta es una pregunta sin respuesta porque intuyo que yo estoy en una dimensión de una realidad entre infinitas realidades, y tu formas parte de todo lo que contiene a estas infinitas realidades. Por eso te hablo, porque siento que tú estás en TODO, incluso en el espíritu del papel sobre el que te escribo.

Puedo decirte que tantas veces nos habían dicho a lo largo de los cinco años que en cualquier momento podías morir, que realmente no les creíamos. En realidad yo intuía que los médicos no tenían ni idea. Fuiste tú la que, sin saber cómo, nos dijiste que de aquélla última crisis no sobrevivirías. No era mi imaginación, lo sé, eras tú la que nos transmitías que tu muerte estaba cercana, y tú con ella.

Te sentí más cerca que nunca durante aquéllos últimos días. Mucho más que cuando de pequeña me dabas de comer, mucho más que cuando me diste algún beso, mucho más que en cualquier momento de mi vida. Realmente sentí que podía ponerme en tu lugar y sentir lo que sentías. En los ratos en los que me dejaban a solas contigo, y sentía tu gran angustia por no poder respirar, y sin embargo una inmensa paz flotaba en el ambiente, y la armonía que emanaba de ti me envolvía. Casi notaba que podía fundirme contigo, y después sentía que no iba a irme contigo, que me dejarías profundamente sola y cansada. En la últimas horas ví que tu cuerpo ya no iba a soportar más la lucha con la muerte, y que tú, que tantas veces la habías rozado, por fín ibas a irte. Con el último esfuerzo por respirar te marchaste, y nadie entendió por qué no quise ver tu cuerpo más, y por qué no quise que nadie más lo viera. Había librado una fuerte batalla para no dejarte marchar y había perdido. Era un cuerpo derrotado. En cambio tú estabas libre.

A partir de entonces pasé mucho tiempo con un vacío que no sabía cómo llenar. Todas las fotografías que tenía de ti eran de antes del accidente. Y no era ésa la imagen de ti que yo quería ver. Nadie había hecho ninguna foto tuya después de que entrases en coma, y hubiera dado algo por tener alguna. Aunque creo que a los dos años de estar en el hospital unos médicos fueron a hacerte unas fotos para algún estudio. No sé si las hicieron. Si es así, algún médico de vez en cuando, supongo, las mostrará a algún estudiante de medicina como ejemplo de cómo queda una persona tras un traumatismo craneo-encefálico con lesiones cerebrales irreversibles. Y probablemente alguno pensará: “pobre mujer…”

¿Sabes?, ahora estoy casada, trabajo en una oficina. Llevo una vida “normal”; como, duermo, trabajo, hago el amor, veo la televisión, ahorro para comprar un coche nuevo, me estoy sacando el carnet de conducir….Pero sabes, mama, he aprendido tantas cosas gracias a ti…., muchas más de las que imaginaras cuando me diste a luz. Si fuera capaz de ser siempre consciente de lo que me has enseñado. Si, aún siendo consciente, fuera capaz de vivir como he aprendido que se debe vivir…..Pero, sabes, creo que llevo el rumbo. Algo dentro de mí asume muchas veces la dirección, sin que mi razón sea consciente de ello. Por eso creo, mamica, que si además de haberme dado la vida, tu energía para que yo viva; si gracias a ti puedo llegar a ser capaz de desarrollar esta energía que a veces puja por emerger, por aflorar a la superficie y hacer callar a la estúpida ignorante que soy la mayor parte del tiempo, entonces mama, creo que vislumbro el sentido de la vida, de tu vida y de la mía.