miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL VUELO DE LA LUCIÉRNAGA. Cartas a mi madre

Cuando ya no esté.            Julia Gomez Lasheras

Cuando ya no esté, no quiero que me idealices
convirtiendo mi recuerdo en huellas imborrables ,
plenas de virtudes , y apenas defectos.
Cuando ya no esté,
recordarme en vuestra memoria,
porque así seguiré viviendo en los recovecos del corazón.
Cuando ya no esté,
ayúdate a ti mismo aportando amor a otros;
tus lágrimas serán bálsamo que reconforten heridas profundas,
no temas mostrar tus emociones,
porque es el precio a pagar
en el tránsito de la vida.
Tómate tu tiempo
para aceptar mi partida,
no te niegues el llanto, ni la tristeza  al evocar mi recuerdo,
porque te ayudará a sanar tus heridas
y no importa lo que aquellos bienintencionados te aconsejen,
escucha tu voz,
que sea tu propio yo quien te marque el camino de regreso.
Cuando ya no esté
aprovecha mi partida como mi último regalo:
el regalo de la vida,
áquel que te ayudará a vivir más plenamente  al no ignorar
que todo principio tiene su final,
que tras el dolor hay cabida para la esperanza,
que decir adiós,
nos convierte más sabios
porque hemos sido capaces de desprendernos de lo banal y lo superflúo
para poder reencontrarnos con nosotros mismos.
Cuando ya no esté,
honra mi memoria  sin los imperativos del deber,
sólo hazlo si lo sientes así,
acuérdate de mi desprovisto de resentimientos,
y libérate de los lastres que condicionan tu crecimiento,
sólo así, serás una criatura libre y en paz contigo mismo,
que la paz sea contigo.

domingo, 30 de octubre de 2011

"La vuelta a Casa"

El título resume mi experiencia en este retiro de la Fundación. Primero; porque en Calatorao me siento como en mi hogar: caras conocidas, una casa acogedora, y las puertas abiertas que nos brinda nuestra anfitriona Mar. Segundo; porque me ha permitido volver a mi "casa real", a contactar con mi ser, el cual siempre está ahí; pero la vida diaria me mantiene distraido y no me deja ver.
Se forma "la cordada" de todo el grupo y comienza el viaje. No sé a dónde me llevará, pero no importa; porque confío plenamente en la Guia; tiene el mapa del viaje y conoce el territorio.
Primera parada: sentarse en la inmovilidad; la meditación es una gran ayuda, para ir quitando capas de la cebolla, que soy, y para poder atisbar como se siente esa persona moribunda, en su lecho, sin escapatoria posible. Suena la campana y siento alivio de no estar en su lugar...

Ahora, llega el momento de la verdad, me tumbo en mi lecho y, de aquí sí que no puedo escapar. Estoy agitado, inquieto; sin embargo, mi cuidador está a mi lado, noto su presencia y, sin que haga nada, me siento reconocido porque está conmigo, de verdad, sin querer cambiar el momento presente, y sin máscara. Sus cuidados con sanadores, su toque suave, tierno, reconociendo mi humanidad. ¿ Me habré muerto ya, y estoy en el cielo ?...
Vivo en mis propias carnes la importancia del contacto verdadero, lo frágil que soy en ese momento y la necesidad de este toque real y sereno... ¡Ojalá el universo me regale una muerte semejante !

Ahora cambian las tornas, yo soy el cuidador. Mi moribundo está agitado, inquieto; sin embargo, gracias al aprendizaje vivido anteriormente, me mantengo en la quietud, estoy con él con todos mis sentidos, dejando que muestre su verdadera naturaleza.
Me permite tocarle, y recuerdo cómo sentía yo los cuidados cuando estaba en su lugar. Despacio, más despacio, sintiendo su piel... No sé quién recibe más, él o yo, para mí es maravilloso poder expresar toda la sensibilidad que puedo dar, desde mi verdadero ser, y  no desde "el buen samaritano" que, a veces, creo ser.
El viaje continúa, el siguiente puerto me permite ver como actúo en mi vida, desde la distancia, me doy cuenta de lo inconsciente que soy muchas veces, de mi intransigencia y de que intento que los demás sean como yo quiero que sean, y de los defectos que veo en los demás  que también están en mí..  ¡ Y yo que me creía que era perfecto !
Y el barco vuelve a zarpar, permitiéndome adentrarme aún más en el silencio y acercándome a mi ser. Los sentidos se intensifican, me doy cuenta de detalles que antes no percibía; el sonido del viento, un pájaro que se mece entre las nubes, los árboles bailando al unísono, las hojas chapoteando en lo invisible, el olor a campo... y el resto del grupo, sintiendo todos a la vez, como un solo ser; ¡ qué maravilloso !. Doy gracias a la Madre Tierra por estos regalos.
Ya tengo más deberes para casa: cultivar la atención; al comer, sólo comer, al caminar, sólo caminar, al estar con alguien, estar presente totalmente.
Pero no solo de aire vive el hombre, así que toca la comida, ¡ y qué comida !, sabrosa, nutritiva, ligera, se nota que está hecha con conciencia, con atención, gracias Miguel...
Se termina el viaje y me parece que acaba de empezar, que nunca me he ido; sin embargo, me siento diferente, miro una foto que he visto cientos de veces y me parece que es la primera vez que la veo de verdad, llena de matices, incluso puedo ver más allá de lo que el ojo no ve.
Siento que quiero volver aún cuando aún no me he ido. Intentaré aplicar todo lo aprendido y experimentado, ese es mi reto.